Estatua de la Libertad (New York y París)

Francia, el país del que partió la idea de construir este monumento de estilo neoclásico con el que celebrar la amistad nacida entre ambos países durante la lucha por la independencia estadounidense (Francia ayudó a los rebeldes) y que con el tiempo se ha convertido en el símbolo inequívoco de la libertad y la democracia del país.


Estatua de la Libertad – Allée des Cygnes – île aux Cygnes – Rio Sena – Paris – Francia

Pero la estatua de la Libertad sufrió mucho hasta conseguir instalarse en Liberty Island, su actual residencia, a 15 minutos en barco desde el sur de Manhattan. La idea de construir un monumento en honor a la independencia y al apoyo que le dieron los franceses parece que partió de un comentario hecho por Edouard René de Laboulaye, un profesor francés de política y leyes que en 1865 dijo: “Si se construyera un monumento en Estados Unidos en memoria de su independencia, creo que lo natural sería que se construyera uniendo los esfuerzos de los dos países”. El comentario lo realizó durante una cena a la que también asistió el escultor Frédéric Bartholdi. Este se tomó la idea muy en serio y a principios de 1871 viajó a Estados Unidos para buscar aliados para el proyecto, que se puso en marcha con el objetivo de tener la estatua terminada para el centenario de la independencia estadounidense, en 1876. Los franceses construirían y financiarían la estatua y los estadounidenses su pedestal. Sin embargo hubo múltiples problemas para recaudar fondos a ambos lados del Atlántico y el proyecto se fue alargando mientras pedazos de la estatua se mostraban aquí y allá. La antorcha estuvo instalada durante unos años en Madison Park, en Nueva York, mientras que la cabeza formó parte de la exposición universal de París de 1878.

Alexandre Gustave-Eiffel, quien diseñó la Torre Eiffel, ayudó a Bartholdi a concebir su esqueleto de forma que pudiera ser desmontable y a la vez sólido. Mientras, en Estados Unidos, el pedestal seguía estancado sin llegar a materializarse. Solo la intervención de Joseph Pulitzer, editor de periódicos y millonario, cambió el rumbo de la situación. Apoyándose en su recién adquirido diario New York World, en 1884 lanzó una campaña criticando a los ricos por no apoyar la causa del proyecto y a la clase media por esperar que solo los ricos la sustentaran. Su impacto fue inmediato: en menos de un año se consiguió el dinero que faltaba y en 1886 el pedestal estaba listo para recibir a su dama. Partida en 350 piezas para facilitar su transporte, la estatua se ensambló en el puerto de Nueva York y el 28 de octubre de 1886 los neoyorquinos le dieron la bienvenida oficial en una pomposa ceremonia, una década más tarde de lo previsto.

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